EL TUBO LA MAHONESA

Mi nombre es Ana. Hace 20 años que estoy felizmente casada y tengo un hijo. Mi marido trabaja en la banca, mi hijo estudia en el Instituto y yo me dedico a las labores de la casa.

Ángel, mi chaval, es algo “adán”, como se suele decir. Deja siempre su habitación hecha un desastre y nunca ha sido capaz de hacer la cama.

Por este motivo una de mis rutinas diarias, es ordenarle la habitación y hacerle la cama. Normalmente, cuando tengo que entrar en sus habitación, siempre llamo, a excepción de los días laborables que se que está en el instituto.

Hace varias semanas, un sábado, estaba realizando las tareas de la casa, como otro día cualquiera, con la diferencia de que estaba algo despistada y no me percaté en realidad del día de la semana que era. Pensando que mi hijo estaba en el colegio abrí la puerta sin llamar.

Entro en la habitación y se me hiela la sangre. Quedé totalmente paralizada, sin poder reaccionar.
 

Con la mano derecha se agarraba al lateral de la cama y con la izquierda apretaba fuertemente su bote de mahonesa, el cual movía bruscamente arriba y abajo, que si no fuese por el estado  en que se encontraba, pienso que se estaría haciendo daño.

Tenía sus ojos cerrados, por eso no se percató de mi presencia. En esos inmensos segundos que lo estuve contemplando  aprecié el buen tamaño del  tubo.

Sin ser mi intención, estaba presente en el momento en que el bote se abrió y dejo escapar un chorro de mahonesa; que ensució toda la sábana. En ese preciso momento abrió los ojos y, al verme, quedó tan sorprendido que no supo reaccionar.

Yo, simplemente me disculpé y cerré la puerta para que mi hijo pudiese limpiar tramquilamente la cama.